En diciembre de 2011 tuve la fortuna de viajar al Lago Titikaka (Bolivia) para participar del Primer Taller Holístico para la Nueva Educación efectuado en la Isla del Sol, a cargo de Noemí Paymal y Oscar Senmache.
Junto con mi amiga Adriana queríamos visitar algunos lugares sagrados da la isla y necesitábamos de un guía que nos condujese a dichos lugares. Teníamos que regresar a Buenos Aires y no podíamos ir con el grupo. Entonces le consultamos a Don Alfonso (descendiente de los incas y un profundo conocer de esta cultura) quién podría acompañarnos en este caso alternativo. Así es que su sobrino Alan de 12 años (hijo de su hermano) se dispuso a acompañarnos.
Alan de tan corta edad, es un niño que desde pequeño acompaña a su padre y a su tío Don Alfonso mamando la cultura incaica, todo ello transmitido vivencialmente a través de la voz de sus ancestros. Es así que nosotras éramos las onceavas visitantes que llevaría.
Para ellos transitar sus montañas es como para nosotros, caminar por las calles de nuestra ciudad. Es algo totalmente natural, que vibra en sus células. La espiritualidad para ellos es parte de la vida diaria, poseen una conexión directa con la Madre Tierra y el Padre Sol. Se sienten parte de esta unidad y en comunicación directa con sus antepasados, transmisores de conocimientos que hoy día están compartiendo con el resto de la humanidad. Así me lo hizo saber Alan, recordando las enseñanzas de su abuelo fallecido (ancestro), que hoy en día se le aparece a través de sus sueños guiándolo en el camino de su vida, para protegerlo y darle confianza.
Cuando me dijeron que era un niño el que nos guiaría, a lugares donde el turista no puede llegar sino es a través de un guía, sentí que en ello había un mensaje profundo que más tarde comprendí.
Así que partimos luego de llover intensamente y habiendo salido el arco iris hacia un Viaje Sagrado de Peregrinación. Caminar por estas tierras intentando comprender más acerca de quiénes somos, de nuestros orígenes y nuestro destino como humanidad es algo que penetra en lo más íntimo de nuestro ser y nos transforma para siempre porque penetra en nuestro mismo ADN. Es por ello que quiero compartir esta experiencia con ustedes y lo hago después de tantos meses, cuando lo intenté hacerlo antes… Tenía que madurarlo internamente y creo que ello seguirá latiendo por siempre en mí. Para compartir este viaje, les voy a mostrar fotos de esta travesía en el intento de transportarlos por esos lugares sagrados en este lugar tan sagrado de la tierra, que no programé llegar sin embargo fui llevada hasta allí.
Y UNO DESCUBRE QUE LA VIDA ES MAGIA… ESO ES VIVIR CON LA MIRADA DE UN NIÑO.
Alan, un niño de 12 años, mi guía y mi maestro de esta cultura ancestral fue nuestro compañero de ruta. Entendí que bendición había allí. CAMINAR, RECORDAR Y DESPERTAR DE LA MANO DE ESTA NUEVA HUMANIDAD.
DE LA MANO DE LO MAS PURO, MAGICO E INOCENTE…TRANSITAR LAS HUELLAS DEL PADRE SOL, DEL CONOCIMIENTO QUE ALBERGAN ESTAN TIERRAS QUE HOY SE ESTÁ DESPERTANDO Y NOSOSTROS CON ÉL.
TUVE SIEMPRE LA SENSACIÓN DE QUE CON ALAN YA NOS CONOCIÁMOS…CADA PASO POR EL SENDERO ERA UNA ENSEÑANZA PARA PALPITAR MÁS AÚN ESOS TERRITORIOS. ENTENDER LAS LEYES QUE AÚN SIGUEN RESPETANDO Y SU LENGUAJE.
SENTÍ O QUE ERA VIVIR EN COMUNIÓN CON LA NATURALEZA MÁS ALLÁ DE LOS ESCASOS RECURSOS Y PRECARIA TECNOLOGÍA.
TRANSITAMOS POR LUGARES DONDE NO HABÍA OTRAS PERSONAS MÁS QUE NOSOTROS, NUNCA SENTÍ MIEDO PERO SI UN PROFUNDO RESPETO ANTE ELLO QUE CONMOVIÓ TANTO MI ALMA.
ALAN RESPETABA MIS TIEMPOS, ME HACÍA OLER HIERBAS PARA SUPERAR EL MAL DE ALTURA, ME AYUDABA CON LAS POCAS COSAS QUE LLEVABA… CON SUS DOCE AÑOS ME CUIDABA Y TAMBIÉN ME ALENTABA.
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