Adaptado de Alice A. Bailey
Este evento celestial tiene lugar anualmente en el momento de la luna llena de Tauro (frecuentemente llamada "Luna llena de mayo"). Durante esa ocasión, Dios Mismo lanza Sus bendiciones sobre la tierra, según las demandas del hombre, a través del Buda y de Su Hermano, el Cristo,
Hay un valle, ubicado bastante alto en los cerros de los alrededores del Himalaya tibetano. Está rodeado por altas montañas por todos lados, excepto al noreste, donde hay un estrecha abertura entre las montañas. Por consiguiente, el valle tiene el contorno de una botella, con el cuello de ésta hacia el noreste, la que se ensancha considerablemente hacia el sur. Hacia el extremo norte, cerca del cuello de la botella, se encuentra una roca inmensa y plana. En el valle, no hay árboles ni arbustos; está cubierto con un tipo de pasto tosco, pero las laderas de las montañas están cubiertas con árboles.
La Jerarquía Planetaria
En el momento de la luna llena de Tauro, comienzan a reunirse peregrinos de todos los alrededores. Los hombres santos y lamas encuentran su rumbo hacia el interior del valle y ocupan la parte sur y central, dejando el final del mismo, el noreste, relativamente libre. Allí, se reúne un grupo de aquellos grandes Seres que son los Guardianes en la Tierra del Plan de Dios para nuestro planeta y para la humanidad. Ellos son el Cristo, quien se ubica en el centro; el Señor de las formas vivientes, el Manú, que se ubica a la derecha del Cristo; y el señor de la civilización, el Mahachohan, que se ubica a su izquierda. Ellos tres se encuentran frente a la roca, sobre la cual descansa una gran bola de cristal, llena de agua.
La Ceremonia
Detrás del grupo de Maestros, adeptos, iniciados y trabajadores mayores bajo el Plan de Dios, se encuentran los discípulos y aspirantes del mundo en sus diferentes grados y grupos (tanto "en cuerpo como fuera de él", para citar las palabras de San Pablo), quienes constituyen en este momento el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo. Las personas presentes en cuerpo físico han encontrado su camino ahí por vías comunes. Otros están presentes en sus cuerpos sutiles y en estado de sueño.
Cuando se aproxima la hora de la luna llena, un silencio se apodera de la multitud y todos miran hacia el noreste. Comienzan algunos movimientos rituales, en los cuales el grupo de Maestros y sus discípulos de todos los rangos adoptan posiciones simbólicas, todas las cuales tienen un significado poderoso y profundo, mientras, simultáneamente, emiten cánticos y palabras de poder, llamados mantrams. La expectativa en la multitud que espera y observa es grande y la tensión es real y creciente. A través de todo el cuerpo de las personas se siente una estimulación o una vibración poderosa, la cual tiene el efecto de despertar las almas de aquellos presentes, fusionando y mezclando al grupo en una total unidad, y elevando todo en un gran acto de demanda espiritual, buena voluntad y esperanza. Es el cenit del anhelo mundial, enfocado en este grupo que espera. Estas tres palabras -demanda, buena voluntad y esperanza- son las que mejor describen la atmósfera que rodea a los presentes en este valle secreto.
El canto y el flujo rítmico crecen poderosamente, y todos los participantes y observadores levantan sus ojos hacia el cielo en dirección a la parte angosta del valle. Justo unos pocos minutos antes del momento exacto de la luna llena, se puede ver en la lejanía una pequeña mancha en el cielo. Se acerca más y más, aumenta su claridad y definición del contorno, hasta que se puede ver la forma del Buda, sentado en la posición de loto, vestido con su manto azafrán, bañado de luz y color, y con su mano extendida en señal de bendición. Cuando El llega exactamente al punto sobre la gran roca, flotando en el aire sobre las cabezas de los Tres Grandes Señores, un poderoso mantram, utilizado sólo una vez al año, durante este Festival, es entonado por el Cristo y todo el grupo de personas en el valle se postra delante de Ellos. Esta Invocación crea una gran vibración o corriente de pensamiento, que se extiende sobre el grupo de aspirantes, discípulos o iniciados que la emplean, hasta Dios mismo. Esto marca el momento supremo de un intenso esfuerzo espiritual ejercido a través de todo el año, la revitalización espiritual de la humanidad y de los efectos espirituales que perdurarán durante los meses siguientes. El efecto de esta Gran Invocación es universal, y sirve para vincularnos con ese centro cósmico de fuerza espiritual desde el cual provienen todos los seres creados. Se derraman bendiciones, y el Cristo -en representación de la humanidad- las recibe como su custodio para su distribución.
El Buda vuelve una vez al año para bendecir al mundo, transmitiendo a través del Cristo vida espiritual renovada. Lentamente, el Buda se aleja, hasta que puede verse sólo una débil mancha en el cielo, la que finalmente desaparece.
Toda la ceremonia, desde la primera aparición distante hasta el momento en que el Buda se pierde de vista, toma sólo ocho minutos. El sacrificio anual del Buda por la humanidad ha terminado y Él vuelve nuevamente a aquel lugar elevado donde trabaja y espera. Año tras año, Él regresa a la ceremonia de bendición, en la cual Él y Su gran Hermano, el Cristo, trabajan en íntima cooperación para el beneficio espiritual de la humanidad. En estos dos Grandes hijos de Dios, se han concentrado dos aspectos de la vida divina, y Ellos actúan juntos como Guardianes del tipo de fuerza espiritual más elevada a la cual nuestra humanidad puede responder. A través del Buda, se derrama la sabiduría de Dios. A través del Cristo, se manifiesta el amor de Dios a la humanidad, y es esta sabiduría y este amor el que fluye sobre la humanidad cada luna nueva de mayo.
Significado de la Ceremonia
Para algunas personas, este Festival representa hoy ideas claras y definidas, y ofrece una gran oportunidad, lo que puede detallarse de la siguiente forma:
Primero, el Festival vincula el pasado con el presente, como no lo ha hecho jamás ningún otro festival relacionado con cualquiera de las grandes religiones del mundo. Representa una verdad viva y una oportunidad presente. En su servicio mutuo a la humanidad, el Buda y el Cristo unen Oriente y Occidente, y funden en una la tradición cristiana, la budista y la fe hindú, así como las aspiraciones de todos los creyentes en el mundo de hoy. Las diferencias de religión desaparecen.
Segundo, el Festival establece la bendición espiritual más elevada en el mundo. Es un momento inusual de flujo de vida y estímulo espiritual, que vitaliza las aspiraciones de toda la humanidad.
Tercero, en el momento del Festival y a través del esfuerzo unido del Cristo y del Buda, trabajando en estrecha cooperación, se abre un canal de comunicación entre la humanidad y Dios, para que descienda el amor y sabiduría de Dios mismo al mundo que espera y necesita. Hablando simbólicamente, y recordando esos símbolos que ocultan una verdad, se puede afirmar que en el momento de la luna llena, es como si de pronto se abriera una puerta al Cielo, que en otros momentos permanece cerrada, haciendo posible el contacto con las grandes Vidas. A través de esa puerta, aspirantes y discípulos pueden contactarse con energías que en otras circunstancias no son de fácil disposición. A través de esa puerta, es posible aproximarse a Aquellos que guían la raza a la verdad y realidad, lo cual en otros momentos no es posible. Una vez que esto sea conocido, será posible desarrollar una Ciencia de Acercamiento a las verdades más profundas y a las fuerzas de la vida que aún están escondidas detrás de un velo. Este conocimiento se revelará en la Nueva Era y es parte de la verdadera técnica emergente del Camino y del progreso espiritual.
Nuevamente, hoy en día, es posible obtener grandes expansiones de conciencia. Discípulos e iniciados de todas partes pueden ser ayudados y estimulados espiritualmente para dar aquellos grandes pasos llamados iniciaciones, que habilitan a la humanidad para penetrar un poco más profunda y conscientemente en los misterios del reino de Dios. Ello revela claramente el milagro de la divinidad, la belleza de lo divino en cada individuo y alguna medida del Plan al cual la humanidad pertenece y con el cual puede cooperar.
Volviendo al acontecimiento de los Himalayas, cuando el Buda nuevamente ha desaparecido, la multitud se empina, se distribuye el agua del cuenco en pequeñas porciones a los Maestros, iniciados y discípulos, y luego Ellos regresan a Su lugar de servicio. La multitud, que ha traído sus propias copas y vasijas de agua, bebe y comparte con otros. Esta hermosa "ceremonia de comunión del agua" señala simbólicamente un indicio de la Nueva Era que está cercana, la Era de Acuario, la Era del Portador del Agua. Es la era del "hombre sosteniendo un cántaro de agua", tal como Cristo dice en ese episodio que precede el servicio de comunión que El inició. En esta ceremonia, está perpetuada para nosotros la historia de la universalidad del amor de Dios, la necesidad de nuestra purificación individual, y la oportunidad de compartir con cada uno aquello que pertenece a todos. El agua, que ha sido magnetizada por la presencia del Buda y del Cristo, lleva ciertas propiedades y virtudes de naturaleza curativa y benéfica. La multitud, bendecida de esta manera, se dispersa silenciosamente, mientras los Maestros y discípulos regresan con fuerzas renovadas, para emprender otro año de servicio mundial.
De este modo, el Festival de Wesak es el evento más grandioso de nuestro planeta, desde el punto de vista de las realidades espirituales, y el que tiene los efectos más importantes para la raza humana. Su influencia ha existido siempre, pero ha sido desconocida para la mayoría. Ahora, su influencia se encuentra disponible para ser reconocida y utilizada conscientemente. Es una gran responsabilidad y oportunidad para quien quiera reconocerla.
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